martes, 12 de julio de 2011

EL POETA, UN PANADERO DEL ESPÍRITU POR LA PAZ

Escribir es otra forma de ser, es un estado de ánimo y la poesía es una de sus materializaciones. Igual que la música, la poesía despierta nuestros sentidos cuya sincronía nos hace filosofar con sinergia. Más allá de la filosofía, para entender nuestra poesía aserpática, se debe hacer filosemia, es decir, el amor al sentido. Y este amor es lo que caracteriza a esta nueva forma de ver la poesía, incluso en situaciones de denuncia y de crítica en que la política nunca prevalece sobre el arte. Si bien es cierto que nuestros sentidos nos engañan, también es cierto que guían nuestro pensamiento y nosotros mismos. Esto nos lleva a transformar las cosas en realidades bajo forma de imágenes.
Mi poesía, aúna al Panafricanismo, previo a las luchas de liberación nacional e internacional. Esto hace que mi pueblo, una nación de constructores, cuyo pasado no me da vergüenza. Más bien nos impulsa a aplastar la barbarie en todas sus formas, con un espíritu descolonizado como propuso Cheick Anta Diop. El poeta, por dar forma a la materia, es un panadero del espíritu para liberarse y liberar a los demás de prejuicios y estereotipos en aras de expulsar de nuestra alma la alienación de la evolución. Se trata de una liberación individual y colectiva para expresar los deseos tales como son, pero esta vez, dominando los sentimientos -a diferencia de la negritud cesariana-.
Si quieres ser libre, conoce tu historia. El poeta debe encontrar su verdadera identidad. Recordemos que una de las principales causas de la actual crisis en Côte d'Ivoire y en otros lugares del mundo es un problema de identidad. Nuestra poesía participa de los esfuerzos de paz para ayudar a nuestro pueblo a conocer su propia historia, y para que sea justo, fraternal, solidario y enamorado de la paz: una armonía universal en la diferencia con la integración como pilar, y que creemos que es más idónea que la tolerancia, concepto positivo con implicaciones negativas. Para ello debemos ponernos por encima de las contradicciones internas para decir las cosas con asertividad, es decir, no ser pasivo ni agresivo, presentando los hechos, sin buscar la verdad, porque esta última va cargada con la ideología de la persona que la emite. Sin embargo, se trata de un análisis crítico de las condiciones sociales, tanto africanas o en la negritud original de Césaire, como en otras culturas e ideologías.
Nuestra poesía es, pues, una radicalización de la negritud, es decir, un retorno a las fuentes, pero libre de las barreras del tiempo y del espacio. En este sentido, se trata de una forma literaria y moderada de manifestar el panafricanismo. Esa es la razón por la cual la poesía asertiva reconoce la locura propugnada por la negritud para liberarse del yugo normativo, aunque las principales estructuras de legitimación -nuestra última preocupación en este asunto- sean barreras.

Pero nos desmarcamos de esta locura de la negritud cuando se convierte en simpatía o antipatía. Pues, la empatía es lo que defendemos, es decir, ni simpatía ni antipatía, sino ponerse en el lugar del otro, para entenderle mejor sin sustituirle. Así que la primera persona en no pecar, tire la piedra. La empatía es la identificación, por lo tanto, con los seres y las cosas materiales e inmateriales, tangibles e intangibles, como mi propia conciencia que no puede seguir tolerando la servidumbre y la sumisión. Se trata de una rebelión personal ante una renuncia de mi pueblo que no dice su nombre y cuyo renacimiento estoy pidiendo. Además, lavarse de sus pecados es otro nacimiento.

Esta identificación explica la utilización masiva de la primera persona como en el Cuaderno de un Retorno al País Natalde Aimé Césaire. El despertar a las conciencias es evidente y el propio poeta es consciente de sus responsabilidades.

"… Mi boca
será la boca de las desgracias
que no tienen en absoluto
boca, mi voz, la libertad
de las que se desmoronan
en el calabozo de la desesperación. "

Como Bingerville, víctima de latigazos que silbaron y sus lágrimas colapsaron la prisión colonial. Cesaire diría:
"Mi Reina de los látigos
y escrófulas”.

Yo soy así mismo el portavoz de la Côte d'Ivoire mortificada, el África herida y el mundo magullado en el que mi alma es objeto de mi compromiso en lugar de ser su fuente. Un compromiso que sumerge profundamente sus raíces en la carne de la soledad, la tristeza y la profunda pulpa del amor en mi búsqueda de la paz, la justicia y la libertad sostenibles. Y esto sin odio, porque aquél rima con la artesanía.      
Dijo Césaire:
"No hagáis de mí aquel hom-
bre de odio para quien no tengo
sino odio. "
Odiar al odio es resultar enamorado, pues y los versos de la poesía asertiva y empática lo son en todos los ámbitos. El amor es el alma de nuestra poesía y el texto o discurso para formularla son su cuerpo. Esto hace que la nueva negritud, una moderada y forma literaria del panafricanismo, con una conciencia en rebelión, haciendo de mí como Césaire "un rebelde ante cualquier vanidad" (p. 73), una persona traumatizada por la barbarie humana, hecho sordo por el sonido de mis antepasados ahogándose,
"El sonido de alguien
que arrojan al mar ", escribió Cesaire.

En cualquier caso, todos los africanos no son panafricanistas, y gente no-africana lo es. Además, todos los negros no claman la negritud, y personas de otras razas lo hacen; como todas las mujeres no son feministas, ni todos los hombres son machistas. Todos los colonos no eran malos y todos los colonizados no eran inocentes necesariamente.
Por último, más allá del pasado y del presente, la poesía asertiva y empática es profética, y levanta inquietudes en lugar de limitarse a captar estas mismas preocupaciones. Paradójico, pero ésta es la única manera de lograr una paz duradera en Costa de Marfil, en África y en el mundo. ¿Se pueden hacer tortillas sin romper huevos?

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