martes, 12 de julio de 2011

EL POETA ASERPÁTICO, UN MEDIADOR POR LA PAZ.

La poesía es la expresión de las profundidades del alma. Un poeta no expresa, pues, solamente inquietudes, las provoca. En cambio, capta las pulsaciones de su alma y de su razón teniendo en cuenta la voluntad de su corazón, el contexto y las conexiones mentales.
Existe una poesía supuesta reglamentada y otra supuesta no serlo. Pero en realidad, cualquier poesía está reglamentada. Una sigue las reglas de la razón y otra las de la fluidez del alma y del corazón. En otras palabras, hay una poesía normativa y otra usual según la distinción de la norma y del uso. Pero en materia poética, cada vez que norma y uso estén en conflicto, habrá que privilegiar al uso, ya que la poesía es primero inspiración antes de ser un conjunto de reglas. De ahí la prioridad de la poesía libre hoy entre la nueva generación.
El alma puede ser fuente o meta de lo comprometido en poesía. Pero de manera general, cuando la poesía es comprometida –hacia el exceso de alegría o de ira-, es que el alma es su meta y uno acude menos a la razón ; pero uno está limitado en su maniobra poética en un contexto de censura.
Por eso, le quitamos la palabra a D. B. (Bernard o Bottey) Zadi Zahourou cuando dice que la poesía es un adulto que tiene fáciles las lágrimas. Es más, decimos que es cualquier ser humano con lágrimas. Pues, la poesía no tiene edad y cualquier humano es poeta, incluso los que ignoran que lo son. Pero estas lágrimas del poeta, más que de alegría, son de tristeza. Y ser triste, implica estar descontento, enfadado. Pero el enfado extremo alcanza el mismo grado que la locura. No existe, entonces, ninguna inspiración profundamente poética sin cierto grado de locura. Pero el poeta es un loco que no pierde su razón –la razón quizás-, pero la deja escapar, evadirse por ratos y dejar que su alma llore a grito pelado, como loca.
Pero la poesía es amor, es decir, la acción de amar y el efecto de ser querido. Es una fuerza independiente de nuestra voluntad que mueve al individuo hacia otro, con la intención de compartir con él lo mejor y lo peor durante un tiempo que debería durar al menos sino hasta la desaparición de uno de los dos. Una persona demasiado enamorada es un loco que se ignora, pues, el exceso de amor afecta seriamente la razón.
De todas formas, todo amor es poético, esto es, gran arte; pero no todas las poesías son amor. Además, el odio rima muy a menudo con el pequeño arte. Y el papel del poeta debe ser convertir en enamorados a todos sus versos incluso en situaciones de denuncia y de crítica. Pues, el amor es el alma de la poesía y el discurso o el texto para expresarla son su cuerpo. Y sin amor, la sublimación es imposible en el arte, y el poeta permanece artesano, por incapaz de ponerse por encima de las contradicciones internas. El amor remite al habilisy el odio a la tèchnê. Pero cuando hablamos de amor, no hablamos de los placeres mundanos que riman con lo profano, mientras que el amor es santidad, pureza, inocencia, hasta divinidad. Por eso, condenar a un verdadero poeta o a un poeta verdadero –aquel que materializa su poesía- es cometer un pecado, es ser un criminal. Igual Dios es amor y que este último es múltiple (Elohim), igual hay una sola poesía diversificada : que se trate del amor por el amor, el amor científico, el amor rebelde o de cualquier otro tipo de amor, que haga del poeta un mensajero de la paz, un pregonero de la reconciliación y un apóstol de la unión en la diversidad y de la diferencia con asertividad y empatía. Esto es, apoyarse en los hechos y no en la verdad ya que esta última va cargada con la ideología de quien la emite. Eso permite ponerse en el lugar del otro para entenderle mejor, sin remplazarle. De esta forma no podemos ni debemos hacer al/a la otro/a lo que no nos gustaría que nos hicieran. Pues, lo simpático y lo antipático son cosas de artesanos y no de artistas. Estar enamorado en poesía, entonces, es estar triste y ser triste en poesía, debe implicar estar enamorado también. Según se domine o no esta tristeza o amor, tenemos una poesía reglamentada o libre, según la razón o el corazón. En suma, en poesía, se puede reír llorando, llorar riendo, reír riendo, llorar llorando, incluso a mandíbula batiente.

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